viernes, 27 de mayo de 2022

Viajando en el Tiempo, a Papantla con mi Abuela

 Antes, en México y en ADO, se podia viajar en el tiempo, porque en México coexistian diferentes epocas, uno podia tomar un Dina Olimpico, con aire acondicionado en el DF y a unas horas de camino, llegar a un México viejo, con tradiciones, alimentacion y ropa que no habian variado en decadas o incluso siglos, aun lugares tan cercanos como Texcoco parecian sacados de los libros de Historia, y si uno abordaba un camion de segunda, a un pueblo aun mas lejano, como Tepetlaoxtoc, se podian encontrar cosas como piedras prehispanicas labradas, medio enterradas en los caminos o las paredes de la iglesia aun perforadas con las balas de un fusilamiento antiquisimo.

Hoy platicare de uno  de esos viajes, en el que mi abuela me llevo a Papantla, su tierra de origen, ella era Totonaca, y solia ir de vez en vez a visitar a su familia, tomabamos la corrida de la noche del ADO con destino a Tajin, llevabamos poco equipaje, pero un enorme costal, lleno de regalos para su familia, viajar de noche era hermoso, ver los campos a la luz de la luna, los hermosos paisajes nocturnos, las ciudades dormidas, fue en esa epoca en que aprendi a apreciar el camino tanto como el viaje.

Llegamos a Papantla a comer, y tomabamos un destartalado camion de segunda, que pasaba a un lado de Tajin, la milenaria ciudad, que no habia sido excavada aun, solo existia la piramide y todo lo demas aun eran montecitos con vegetacion, un rato despues llegabamos a una parada en medio de la nada, habia que caminar todavia para llegar al pueblito en que vivia su hermana, un lugar, que aun estaba en otra epoca, la comida se cocinaba a un lado de las casas, en fuego con leña y ollas de barro, la mayoria de las casas aun eran con techo de paja.

A su hermana le daba mucha alegria verla llegar, los niños se arremolinaban a nuestro alrededor, con sus vestimentas tradicionales, perfectamente blancas, hablandonos todos a la vez, alegres, una vez sentados en su casa, nos invitaban a comer y mientras ellas platicaban, en un hermoso totonaco, del que casi no aprendi nada, (a mi abuela le daba vergüenza hablarlo aqui, una consecuencia de la conquista, el desprecio por la cultura perdedora), yo inspeccionaba la casa o mis primos me llevaban al rio.

La casa de mi tia abuela era identica a esas que vemos en el Museo de Antropologia, con paredes de barro, vajillas de barro, paja en el techo, reatas amarradas a todo, una pata echada tapando huevos a un lado de la pared, aun no habia electricidad ni caminos para autos, era como si hubiese viajado 600 años al pasado.

Mi abuela platicaba un rato, y se despedia, muy pocas veces nos quedamos a pasar la noche, solo cuando no le quedaba de otra, a veces ni siquiera repartia los regalos, teniamos que rehacer el camino, antes de que anocheciera habia que estar de regreso en Papantla, tomar un autobus a Poza Rica y ahi pernoctar, para regresar al dia siguiente a México.

La noche en Poza Rica era deliciosa, habia exquisitos camotes para postre y comida tipica junto a la vieja terminal del ADO, aunque el hotel en que nos quedabamos tenia restaurante, usualmente no comiamos ahi, en las ciudades de Veracruz, todo comienza a la hora en que el sol se oculta, y mi abuela aprovechaba para comprar cosas, me encantaba verla negociar en su lengua, ir a cenar cosas que no se podian conseguir aqui y para llevarme a ver lo bonito de una noche jarocha.

Muchos años despues, le pregunte porque no le gustaba quedarse con su hermana, su respuesta me hizo comprender que lo que parece el paraiso, muchas veces no lo es, su respuesta fue mas o menos:

"Es gente muy pobre, si nos quedamos, son capaces de matar su unica gallina para celebrar nuestra visita, y de privarse por semanas por darnos algo hoy".

Despues de desayunar, tomabamos el ADO de regreso a México, con un costal lleno de delicias que nos prepararia a mi abuelo y a mi, Vainilla autentica, de esa que si te caia una gota en la ropa, no se desmancharia, todos los ingredientes para un chilpachole, chiles que solo se daban en la region, y un largo etcetera, que convertia la casa, en un pequeño paraiso totonaca en pleno DF, en cierto sentido, comeriamos como la realeza de Tajin, pero mil años  despues de que sus ciudades desaparecieran.

domingo, 1 de mayo de 2022

Viajando en el tiempo, a la Huasteca con mi Abuelo

 Mi abuelo era un hombre recio, fuerte, y muy determinado, con amigos por todas partes, y muchas veces me llevaba con el a visitarlos, esta es la historia de uno de tales viajes, que si bien no fue exclusivamente en Autobus, es una historia de viajeros, que viene directamente del corazon.

Como casi toda historia de viaje, siempre empieza en la vieja terminal del ADO en Buenavista, en el DF, tomabamos la corrida de la mañana a Poza Rica, llegabamos en la tarde y despues de comer, mi abuelo se dedicaba a sus negocios hasta la noche, enseñandome todo lo que hacia y como se debia de hacer, cenabamos temprano y nos ibamos a dormir, el dia siguiente seria muy agitado.

Tomabamos el primer guajolotero de la mañana, o rentaba un taxi, para que nos llevara a un pequeño pueblecito en la carretera, en donde nos estaban esperando un par de caballos, bien equipados, con cuerdas, machetes y pistolas (en esa epoca no solo se permitia, se motivaba que un niño manejara armas de fuego, serpientes, jaguares y otras amenazas eran reales); el resto del dia era recorrer las montañas de la Huasteca Veracruzana, hermosos paisajes, que se me han quedado en el alma por siempre, hay pocas comidas tan deliciosas como el itacate que llevabamos, comer sobre el caballo admirando esa grandiosidad, o platicando con mi abuelo, caminando y con las riendas en la mano, son cosas que te marcan.

Ya casi al anochecer llegabamos a un rancherio, salido de los cuentos de Altamirano, curiosamente, ante la vista del hogar, los caballos se impacientan por llegar, y hay que mantenerlos mas controlados; al pie de la entrada, se veia que era un viejo edificio, tal vez colonial, con un enorme porton y una torre de vigilancia, el olor de comida era delicioso y como era costumbre en esa zona, mucha de la comida, se cocina fuera de la casa.

En el porton, venia a recibirnos Hans, un viejo amigo de la Marina de mi abuelo, al que queria casi como a sus hermanos, era ese tipo de hermandad que tienes con tus compañeros de buque, esa hermandad de marinos, que yo conoceria muchos años despues; ellos habian peleado juntos en el mismo buque, sobrevivieron a su hundimiento y pasaron muchos años como Prisioneros de Guerra en Canada, cuando llego el momento de la liberacion, acompaño a mi abuelo a México, ya no tenia nada a que regresar a Alemania, toda su familia habia muerto, asi que hizo su vida aqui, conocio a una Huasteca y todo lo demas se convirtio en historia.

Despues de una opipara cena, que incluia salchichas alemanas mexicanizadas y servidas con tortillas de comal y una deliciosa salsa de chiltepin, se quedaba platicando con su amigo y su esposa, mientras que yo me quedaba dormido a su lado.

El dia siguiente era divertido, los nietos de Hans, me invitaban a jugar, a ver el campo, los animales, ahora parecera increible, pero en aquel entonces (los setentas), los niños tenian obligaciones, como ordeñar las vacas o sembrar, y claro, tomar una leche recien salida de una vaca, es algo impensable hoy, pero era un alimento tan concentrado, que alguien que no estuviese acostumbrado, no era capaz de comer algo mas en el dia.

Era un viaje a un tiempo antiguo, mas parecido a una pelicula de Pedro Infante, pero era real, los olores del campo, de la comida tradicional, del infaltable cafe de la noche, pero a la vez, habia una extraña modernidad, en la noche se encendia la planta electrica y regresabamos a los 70s, con musica, radio, focos, la hora del chocolate se hacia oyendo radio; en la sala, una vieja foto del anfitrion en uniforme completo, su desgastado gorro naval en un lugar de honor, y junto, muchas fotografias de la familia, de esa promesa de eternidad que se vuelve vida.

El Romanticismo Bucolico tiene un espiritu muy aleman, estaba profundamente imbuido en la forma de ver el mundo de esa generacion, y es comprensible, la vista desde el techo de la casa, hubiera servido para que Schelling o Goethe nunca abandonaran ese lugar, la Huasteca es uno de los lugares mas hermosos del mundo, pero como todo lugar hermoso, es necesario detenerse, y razonar su belleza, no solo llenar tu alma de ella, no es algo que solo se sienta o se vea, es algo que es mas profundo.

Despues de un par de dias, nos tocaba el largo camino de regreso, mi abuelo regresaba contento, despues de revivir su juventud, de platicar con su amigo, eran las pocas veces en que lo veia mas parlanchin, compartiendo historias de su juventud conmigo, de como conocio, se enamoro y se "jullo" con mi abuela, de sus tiempos en la Universidad, extrañamente, nunca me platico sus experiencias en la guerra, (excepto una, como sobrevivio al naufragio y casi con un aire pedagogico), algo que hacen los veteranos que realmente han estado en combate, jamas supe siquiera el nombre de su buque, solo por medio de mi abuela se que se hundio en 1941, y que tardaron muchos años separados.

Cuando llegabamos a la carretera y entregabamos los caballos, regresabamos a nuestro tiempo, sentados a un lado de la carretera, esperando el guajolotero, veia pasar como flechas los Dinas Olimpicos y deseaba que pudieran hacer parada ahi, para regresar rapido. Ya una vez en Poza Rica, nos bañabamos, saliamos a cenar y de regreso a las comodidades de la civilizacion, luz electrica al prender un contacto, television y aire acondicionado en la habitacion, pero a la vez, regrsabamos a una cultura donde lo bucolico y la belleza ya no existen.